28 de agosto de 2012

Fotos.

Las fotografías son parte de mi vida.
Quizás esta frase es un comenzamiento frió e insulso, puesto que no dice nada sobre mi ni mi personalidad. Las fotografías forman parte de todos, cualquier persona ha sido captado por un flash o guarda alguna en una caja debajo de la cama. Las fotografías son momentos captados por un alma transeúnte que quiere reflejar un sentimiento o una sensación o simplemente poder recordar más adelante cuantas arrugas; por ejemplo tenía el abuelo Miguel.
Desde pequeña me gusto el mecanismo que tenía una cámara, era bien sencilla su forma de utilizarla, solo tenías que dar al botón y ¡pum! tenías aquel momento inmortalizado. Yo creo que mi hermana mayor se dio cuenta de esta afición mía por recordar momentos y a mis diez año me regaló mi primera cámara.
Recuerdo que pesaba mucho, diría que pesaba hasta más que yo, pues las cámaras de antes no son como las de ahora tan pequeñas y compactas, al contrario, eran grandes y pesadas. Inútilmente intentaba esconderme detrás de cualquier cosa para captar momentos en los que nadie estuviese fingiendo nada. Quería inmortalizar la risa de mi padre, las lágrima de mi hermana pequeña cuando se caía, las arrugas de mi abuelo, el beso de buenos días de mi abuela, la seriedad de Berta e incluso la tranquilidad de mi perro al dormir. Porque eso era lo bonito de la foto, la espontaneidad, la naturalidad y las expresiones de cada uno. Esta afición más adelante acabo por ser mi profesión y por eso las fotografías son parte de mi vida. Vivo con ellas, porque detrás de cada foto hay una historia y a mi me gustaría contarlas una por una.
Son historias increíbles, únicas, pero sobretodo humanas.
Historias insaciables que podrían quebrarte el corazón o sanartelo.
Yo aprendí de cada historia y por eso quiero compartirlo hoy contigo; aquí y ahora.

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