2 de marzo de 2012

Inviernos

Las cosas con el tiempo cambian, y los cambios no siempre son buenos.
La superficialidad de tus sonrisas me advierten de que los cambios están próximos a nuestra primavera y quizás debería prepararme para lo que está por venir; debería de coger mi Nikon y salir a la calle con la cazadora de cuero gris.
Las hojas se van tornando de colores vivos pero los árboles siguen contándome historias que mucha gente pasa sin escucharlas. Tu mirada congela ríos estando a 25 ºC, y yo ya conocía esa faceta tuya.
Tu te enamoras en invierno y las demás estaciones pasas desapercibido para todos los corazones, menos para el mio.
Quizás todos esos cafés a las tres de la madrugada me llegaron a los más profundo de mis costillas heladas. Frío intenso. Eso hacíamos, amarnos de una forma intensa y congelada que solo nosotros eramos capaces de entender, cualquier persona cuerda de este mundo nos hubieran prohibido nuestras escapadas de miércoles a la montaña más nevada; porque sabían todos muy bien que ahí la cosa se tornaba muy caliente y excitante.
Seguramente hallas recibido mis constantes cartas en tu buzón pero hasta que no llegue nuestro esperado invierno, no me contestaras y eso es lo que te hace especial.
Eres mi abrigo, y mi chimenea. Pero nunca serás tardes de verano ni noches en la playa.
La verdad es que aún no ha aparecido nadie capaz de hacerme sentir tanto en una estación ni si quiera en dos horas. Por eso te espero cada invierno, para sentirme, para sentirnos.
He comprado el mejor café y la mejor manta de la tienda; aunque con nosotros mismos estamos más que abrigados, porque estamos en casa.
La verdad no se porque escribo esto, si aún nos quedan cuatro meses para volver a vernos, como me gustaría ser reloj para adelantarme a ese momento, que es nuestro y de nadie más.

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