28 de septiembre de 2011

Jueves

Solía echarla de menos los jueves por la tarde.
Era algo que no podía evitar, cada jueves por la tarde me traía gofres de chocolate para despertarme de mis largas siestas y no podía remediar esa sonrisa al verla. Su pelo tiene ondas a partir de los hombros donde deja caer una melena preciosa y bien cuidada. Sus dientes están perfectamente alineados y son blancos de verdad; como los que salen en la televisión. Tiene una larga secuencia de pecas repartidas por los pómulos que le dan un aire tan sexy que podías bailar un twist en ellas. Su voz era delicada y fina, era correcta demasiado correcta para su edad y su clase social, te embelesaba con sus palabras y te cautivaba desde el primer hola. Tenía un cuerpo de bailarina perfecto, espalda recta que le hacía parecer más alta y unas piernas firmes que había trabajo durante toda su vida.
Quizás por ese mismo motivo la gente me envidiaba, creían que no podía existir mayor perfección en una mujer, y era de egoísta no poder compartirla. Quizás las impresiones que dábamos eran erróneas, porque era  inequívoco saber que nos amábamos, pero nadie se percataría de la mismísima realidad ni aunque pudiesen.
Nuestro amor hablaba de jueves, hablaba de gofres de chocolate y conversaciones hasta las tres de la madrugada, también hablaba de besos y caricias pero sobretodo hablaba de admiración hacia ella.
No pensaba nunca en sexo con ella ni siquiera me lo planteaba, era tanta perfección y belleza junta que me daba pavor tocar esa maravilla, tenía ese miedo en el cuerpo de estropear la obra de arte que traía en sus manos y en las pestañas por eso nunca hubo más allá de esos jueves, nunca hubo nada comprometido de verdad entre nosotros, y no me arrepiento; todo lo que me dio y me enseño en esos jueves era mucho más de lo que ella podía darme en la cama, el amor estaba en las palabras y en la delicadeza de sus formas. Nosotros no eramos de cama ni de amor, eramos de jueves.

2 comentarios:

Zoe Row dijo...

Que bien debían de saber esos jueves
: )

Ayelén Otero. dijo...

Como un café calentito por la mañana.